El ballotaje y las encerronas del sistema político. Crítica al “malmenorismo”.
*Denni Fernández
Lecciones de la historia
No es la primera vez que en la historia argentina se presenta un escenario en el cual afloran las contradicciones latentes y supuestamente el deber exige tomar posición (como si uno no la tuviera), en nombre de la patria, en nombre de una causa o, en el peor de los casos, en nombre del “mal menor”. Y no cualquier posición.
El problema no son las contradicciones. Son parte de la interacción de todo proceso, de la dialéctica misma, incluso entendiendo que hay contradicciones secundarias en el orden de prioridades en la resolución de conflictos. El problema es que mediante argumentaciones falaces, una falsa dicotomía puede ser presentada como contradicción de opuestos, cuando en realidad son parte del mismo problema, soslayando o suprimiendo su contrario necesario. En este caso se presenta como “Macri o Scioli” -y Scioli como sinécdoque de “patria”- cuando en realidad son parte de la misma clase política, con matices y diferencias. La verdadera contradicción es “clase política o pueblo”.
En más de una oportunidad una porción del pueblo, de la militancia o alguna agrupación política, en determinadas coyunturas políticas de algarabía o de peligro social, se han empeñado en encumbrar como salvadores y héroes a quienes nunca lo fueron: Videla en el Mundial 78, Galtieri en el 82, Menem en los 90, etc. Las contradicciones estaban, pero los planteos políticos fueron los equivocados, justamente por estar formulados bajo las falsas dicotomías.
En años los 90, como gran parte de la sociedad, lo que fue el PR (Peronismo Revolucionario) también apoyó la candidatura de Carlos Menem bajo los preceptos de la “revolución productiva”, “el salariazo”, “la justicia social” y la “solidaridad latinoamericana”. Luego se produjo la inmediata traición de Menem a estos puntos programáticos. Eso generó una tremenda crisis interna en el PR entre los que querían romper de manera inmediata y los que querían seguir con Menem bajo la idea de que era lo “mejor dentro de lo posible” y de hecho lo acompañaron hasta el final de su mandato. Uno de ellos fue Roberto Perdía que hoy reconoce en su libro (pág. 645) que se equivocaron y que Mario Firmenich tenía razón. Días después, Perdía y Vaca Narvaja rompen con el PR y emiten un documento llamado “Carta a la militancia” y arman un grupo denominado Peronismo Revolucionario-Montoneros (conocidos como los montoneros del Vasco y el Pelado) de efímera duración.
En el medio, convocaron a un acto en la Casa Suiza[1], un local que quedaba en la calle Rodríguez Peña, donde tiraron la idea de la “Oligarquía Patriótica”, una tesis que consistía en que las corporaciones oligárquicas que se sumaron al menemismo (Bunge y Born la más destacada, incluso puso los dos primeros ministros de economía, Roig y Rapanelli) si sostenían económicamente al gobierno y repatriaban capitales, tendrían un gesto patriótico y de aporte al proyecto nacional. Lo que sucedió es que trajeron parte del dinero, blanquearon la que tenían afuera, la pusieron en lo que ellos quisieron, se armó una timba enorme que terminó derivando en la renuncia de Rapanelli (sucesor de Roig tras su muerte), la ida de Bunge y Born del gobierno y el ingreso en una crisis de hiperinflación que se intentó superar con el nombramiento de Erman González y su primer plan de ajuste llamado “Plan Bonex”[2], que consistió en la primer confiscación masiva de ahorros y plazos fijos a las personas que tenían dinero ahorrado, dándoles a cambio un bono de cobro diferido (la duración del bono era de 10 años). La antesala de lo que 10 años después fue el Corralito de Cavallo y la Alianza. A veces los “males menores” se convierten en “desgracias mayores”.
Esto no es un intento de juzgar con el diario del lunes a los compañeros. Fueron errores políticos de los que hicieron profunda autocrítica e incluso la conducta política posterior sostenida a lo largo de estos años por muchos de esos compañeros, entre ellos Perdía, así lo confirma. Otros quedaron marcados para siempre con esa lógica del “mal menor” y naufragando en cuanta aventura política se embarcaron.
En ese momento político creyeron que “participando” dentro de la lógica del sistema en los marcos de “lo menos malo”, podría darse un escalón hacia un momento superior, donde tendrían “mayor poder acumulado” y podrían ahí sí, revertir la situación. Nunca sucedió ni sucede. El fenómeno del “menos malo” iguala para abajo, deslegitima y hace caer en las falsas opciones que propone el sistema. Y si ahí no se viene con una conducta coherente y una práctica constante (aunque sea con un puñado de compañeros) te pasan por arriba.
Kirchnerismo: El decir y lo dicho
¿Qué podemos decir? todo lo que se tenía que decir y escribir sobre el kirchnerismo, ya se lo ha hecho. Al menos 12 años deberían haber sido suficientes para haber reflexionado acerca de las características intrínsecas de esta etapa política. Se han agotado todas las caracterizaciones posibles, algunas con más, otras con menos consenso. Lo que se está discutiendo en este momento electoral son valoraciones sueltas de actos de gobierno, datos, “lo bueno” y “lo malo”, miradas coyunturalistas que toman las partes por el todo, sin tomar demasiado en cuenta el marco del proyecto socioeconómico en el que se inscriben, con el desastre del 2001 como parámetro y el posibilismo de “no volver a los 90” como cárcel psicológica de los sueños libertarios. Se escuchan lamentos sin autocrítica, abundan las sobreexplicaciones y sobreinterpretaciones de lo que ya se ha dicho y hecho, incluso borrando con el codo lo que escribió con la mano. La historia terminará de poner las cosas en su lugar.
La militancia progresista y el campo popular
Por supuesto que en este fin de ciclo aparecieron muchos “críticos” tardíos, a esta altura los “filo” no sé qué (que no se sabe si son o no son), con la nostalgia de añorar lo que jamás sucedió y con la culpa a cuestas, venían percibiendo el inexorable fin de una etapa y la necesidad de reagruparse en la construcción de un nuevo proyecto político o, por las dudas, organizarse en la resistencia para el futuro inmediato.
Hasta ahí todo bien. El problema es que no se puede venir a explicar toda la coyuntura política, el proceso histórico nacional y lo que se calló durante 12 años en el coqueteo o, al menos, gran parte de ellos (o lo que omitieron en la “crítica”), como si hubiesen descendido de una nave nodriza. Está claro que no imaginaban un final así. La mentalidad reformista-progresista les hizo pensar en una transición más ordenada que los iba a dejar acomodarse para un nuevo “apoyo crítico” (el tan naif apoyar lo bueno, criticar lo malo) a conveniencia.
Pero quedaron en “off side”. La realidad política agarró a muchos de espaldas en la retirada. Todo el discurso nacionalista o latinoamericanista con el que venían, quedó atado a la suerte de Scioli y presos de su moralina pequeñoburguesa, por no querer “hacerle el juego a la derecha”, ni siquiera repudiaron el desalojo a palos y balas por la policía de Scioli en estos días a vecinos de Gonzalez Catán, tomaron distancia de lo que está pasando en la toma de tierras en Merlo, tampoco estuvieron apoyando los constantes conflictos sindicales, ni las luchas socioambientales y políticas que siguen llevando adelante los pueblos contra el modelo extractivista. Stand by mode on.
Se pudo ver a algunos militándole el voto a Scioli con consignas de estudiantina y gratificadas con una repentina exposición pública (que nunca tuvieron), en el multimedios de Cristóbal López o en los medios “progres” del oficialismo.
Mientras el “fuego amigo” le socaba intencionalmente las aspiraciones presidenciales a Daniel Scioli y el kirchnerismo duro se repliega en cargos y nombramientos apresurados al resguardo de posibles contratiempos judiciales futuros, un puñado de compañeros del campo popular le hace las veces de idiotas útiles cubriéndoles la retirada, cual militancia tercerizada, al grito de “patria”. Como si el “NO a Macri” no alcanzara, se engolosinaron con la campaña electoral extorsiva del FPV.
Hoy en un supuesto gesto altruista, patriótico (que no lo es) y en nombre de lo “políticamente correcto”, compran al chantaje (también lo venden) de “Patria o Macri”, “No da lo mismo”, que se viene la derecha y toda una retahíla de dicotomías engañosas que a esta altura, y con Daniel Scioli por ahí anunciando la militarización de la frontera, su política de represión a la protesta social, la vuelta urgente a los organismos de crédito internacional, el arreglo con los buitres y la eliminación de los impuestos a las exportaciones, hasta resultan jocosas. En realidad son relativamente ciertas, como todo en el universo progresista. Como diría Antonio Machado: “dijiste media verdad….”.
Por supuesto que Macri y Scioli no son lo mismo, ese no es el punto, plantearlo así hasta suena estúpido, ya el sintagma expresa la tautología. Ya sabemos de dónde vienen cada uno, qué hicieron en los 90 y qué hicieron en Ciudad y Provincia respectivamente.” No van a elegir entre San Martín y Belgrano, tampoco entre dos santos” dijo hace unos días la presidente. También sabemos que cuando conviene se eligen nombres, y cuando no, se eligen proyectos. Todo chamuyo vale.
Lo que sí es cierto es que la composición de las alianzas sociales y de clases no son las mismas. Si bien el PRO es más reaccionario y está apoyado por grupos económicos más ligado al libre comercio y el modelo agroexportador, lo que hace temer por el entierro de un sueño industrialista en serio (no de ensamble con componentes importados como hoy), y que más que un partido elitista es una empresa que alquila partidos, también cuenta con simpatía o apoyo por hartazgo de sectores populares y de trabajadores, sino los resultados de las elecciones del 23 de Octubre hubiesen sido otros. La gente no votó “derecha o izquierda”, plantearlo así fue un error político. Si llegan Macri y el PRO tendrán que tener una base de sustento que le garantice una nueva estética y un nuevo relato de gobernabilidad. Hasta los liberales y los desarrollistas se volvieron populistas. Aprendieron gestionando.
No menos cierto es que la organización popular así como la plantea el FPV y otras organizaciones del campo popular, condujeron al fracaso y al escenario que se nos presenta hoy. Quedó demostrado que “bancar” y aplaudir acríticamente no sirvió en nada para incidir en las decisiones políticas que se toman en la mesa chica de gobernantes, empresarios y las élites económicas.
Tampoco fueron demasiado efectivos los llamados enfáticos y altisonantes a votar a Scioli con un rejunte de sellos de organizaciones políticas, personalidades y dirigentes sindicales que no encontraron eco en la conciencia popular de la que veces se comete (cometemos) el error de creernos centinelas. En este punto quiero remarcar que noto más que nunca un divorcio o una brecha entre las agrupaciones políticas y los movimientos sociales, entre los sindicatos (ya no solo los dirigentes sindicales) y los trabajadores. No sé si es bueno o malo, pero en esta etapa hay una preponderancia del voto ciudadano suelto, crítico, cansado, que corta boleta, sobre el voto orgánico. Veremos si esto se revierte o se confirma el 22 de Noviembre.
Por otra parte, los que te vendían la revolución socialista, terminaron “carriotizados” y a la derecha de la pared. Dejaron a la patria chiquitita. Ante un eventual y aborrecible avance de una derecha (que por cierto no se ponen de acuerdo de acusar de vieja o nueva) que vendrá a achicar el Estado y a rematar el país, por las dudas – y para la campaña electoral- achicaron la patria a la medida de “los logros” de estos años y bajaron el techo de la discusión (y la dignidad) al piso. Se discute que tipo de ajuste o que color de collar o es más feo o más lindo.
El fantasma del neoliberalismo y el desarrollismo dependiente
Un conocido decía hace unos meses antes de las PASO, y al ver el escenario político que se venía: “habrá que desempolvar y releer los clásicos del desarrollismo”…y tan equivocado no estuvo, al menos desde los equipos de campaña y difusión de los principales candidatos presidenciales el mensaje se centró en el “desarrollo”, “el progreso”, “la evolución” “inversión extranjera” hasta el hartazgo. Toda una batería de conceptos darwinistas económicos del desarrollismo, tan caros al peronismo proscripto, con el que confrontaron en el campo teórico y político Roberto Carri, Hernández Arregui, Francisco Cholvis, Juan Nodel, Mauricio Lebedinsky y Oscar Braun, entre otros.
Va a ser muy difícil erradicar esta nueva mentalidad desarrollista, colonizada y posibilista instalada desde el discurso político como algo positivo y, para colmo, en nombre de la patria y el peronismo. No olvidemos que Frondizi y Frigerio accedieron al poder con un programa nacional, recibieron los votos de los obreros peronistas, y una vez en el gobierno se transformaron en una fuerza contrarrevolucionaria, desatando la represión del Plan Conintes, incorporaron a Alsogaray, pactaron con el imperialismo, impulsaron la teoría del desarrollo subordinado del país y anularon las elecciones que habían llevado a ganar la gobernación de Buenos Aires al Negro Framini.
Están en disputas dos modelos de país, dicen, y en desde el punto de vista progresista es relativamente cierto (pero cierto al fin), aunque en esencia los dos representan a la derecha, al liberalismo y vienen con ajuste. Uno viene con globos y una envoltura desarrollista-frigerista, mientras que el otro con una envoltura desarrollista-cepalina (con el chamuyo de la CEPAL, el BM y algunos ornamentos Nac & Pop). A esta altura, y con las argumentaciones escuchadas de algunos compañeros, la diferencia está en la fe, es metafísica. No lo digo yo.
Pensar más allá de las elecciones
En fin, lo que se cuestiona no es a quién vota a Macri o a Scioli convencidamente. Es parte del juego de esta democracia representativa liberal. Es más, la mayoría de los argentinos no está hilando en cuestiones tan finas, con los niveles de abstracción y con las categorías políticas de la militancia, y sin embargo ven y viven realidades que los microclimas no. “El corazón del pueblo está en el bolsillo” decía el General Perón.
Lo que se critica es que te quieran vender algo por lo que no es, como una remake de aquella tesis de la “oligarquía patriótica”, y eso está haciendo una parte de la militancia con una hipocresía inusitada.
Derrotas electorales y de los retrocesos populares hubo muchos, pero cuando la derrota es ideológica y cultural vemos el lastimoso presente que tenemos hoy yy veremos las consecuencias a futuro. Habrá que ver que queda de todo esto y pensar más allá de las elecciones, al fin al cabo, el deber militante no es quedarse en calificar cual es peor o mejor, ni elegir solo el “enemigo conveniente”, sino luchar por la justicia social, sea Scioli, Macri o cualquiera que vaya contra el interés nacional y contra los trabajadores; manteniendo siempre una ética y un temperamento que sean testimonio de coherencia y un mensaje hacia la clase política.
La salvación no vendrá de la clase política o de un “gobierno organizado”, sino de un pueblo organizado, decía Dardo Cabo. Mientras tanto aquellos empeñados en encumbrar a los Scioli, los Urtubey, los Gioja, los Infrán, los Bein, los Blejer y los grupos económicos “amigos” como una nueva “oligarquía patriótica” que va a evitar el ajuste, la devaluación e implementar un programa de salvación nacional, tendrán que rendirles cuentas a la historia, porque una cosa es un error político, otra una agachada.
Al final del camino, algunos empiezan a mostrar las consecuencias de la degradación, y esto recién empieza. Esto va a ser un tendal de quebrados. Mientras tanto el enemigo se regodea. Sacó por muy bajo costo a otra generación de la cancha.
No sé si vamos a volver a los 90, al 2001 o estar peor, plantearlo de esa forma determinista retro-causal es no confiar en el pueblo y su historia. Esa historia que es el resultado de la práctica humana, son los sujetos los que la van jalonando, no es algo fuera de la voluntad, sino su producto. Todo sistema, al fin de cuentas, no es más que elecciones humanas convertidas en situación y si nos quedamos en este derrotismo lacrimógeno y esperando que la solución venga de quienes son parte del problema, será una profecía autocumplida.
[1] Casa Suiza fue un histórico centro cultural y teatro ubicado en la calle Rodríguez Peña 254 de la CABA; insólitamente demolido por el actual gobierno de la Ciudad, luego de pasar por años de deterioro y abandono.
[2] ElPlan Bonex fue lanzado el 28 de diciembre de 1989. El gobierno concretó un canje compulsivo de todos los plazos fijos que superaban el millón de australes, a cambio de bonos (denominados Bonex 89) que vencían en 1999 mediante el dictado del Decreto 36/90. Adicionalmente se prohibió a las entidades financieras recibir depósitos a plazo hasta nuevo aviso. Se estima que la confiscación alcanzó al 60% de la base monetaria, lo que provocó una fuerte recesión, producto de una importante caída de la liquidez.