A 10 AÑOS DE LA TOMA DE CAMPO TONGUI

Barrio 17 de Noviembre. Una historia de luchas y resistencias.

*Denni Cajn

En las cercanías del Riachuelo y de Puente La Noria en Ing. Budge – Partido de Lomas de Zamora, una de las zonas mas densamente pobladas del país, se encuentra el (hoy) Barrio 17 de Noviembre, más conocido como Campo Tongui. Lo que empezó como un asentamiento levantado sobre un terreno de 116 hectáreas, tras una toma de tierras a fines del 2008, hoy es habitado por más de 7000 familias.

En ese pedazo de territorio – en un estado vertiginosamente cambiante de cosas – se entrecruzan historias, modos de vida, de identidades locales, regionales, de nacionalidades, de lucha y de resistencia que fueron dándole otra configuración y fisonomía al paisaje, a la infraestructura, a la realidad social y económica de la zona.

EL 17 de noviembre de 2008 – fecha emblemática en el calendario popular nacional – desde horas de la madrugada, cientos de familias comenzaban a tomar posesión de los lotes en lo que era un descampado semi-empantanado e inhabitable para cualquier vida humana. Pero como la necesidad apremiante no conoce de comodidades, se fueron abriendo camino a su modo, a fuerza de aguantar lo que venga: intentos de desalojo, represión, inundaciones, basura, ratas, enfermedades, clima y hasta comer los cuises que habitaban el campo. Todo sea por el derecho a un pedazo de parcela en la cual afincarse para proyectar, al menos, la subsistencia…ni siquiera una vivienda digna.

Como cuenta Jacqueline Alvarado, estudiante de Trabajo Social de la UBA:

“En un primer momento, los terrenos se fueron tomando de forma organizada por los vecinos de los barrios aledaños, quienes comenzaron asentándose en la zona más baja, ubicada en el corazón del asentamiento, sin tener conocimiento que la misma era inundable y porque dicha zona es la más cercana a los Barrios de Ingeniero Budge y Barrio Itatí. En un segundo momento, al ver que los primeros habitantes no fueron desalojados, grupos de personas de barrios como Villa Albertina, Barrio Olimpo; y villas del Conurbano bonaerense y CABA (Villa 1-11-14, Villa 20, entre otras), empezaron a trasladarse atraídos por la idea de poder llegar a ser propietarios de un terreno. Los mismos se fueron asentando hacia lo que se conoce como la zona más alta, la cual está en la parte orientada a Camino negro y la fracción que linda con el barrio de Villa Albertina.
Es preciso dar cuenta que el asentamiento está conformado con una distribución de lotes donde cada grupo familiar, dependiendo el caso, cuenta con terrenos, o bien, no mayor a 23 mts2, o bien, no menor de 8 mts2. “.(1) (Vale la aclaración que después se terminaron unificando dos y hasta tres terrenos en algunos casos)

La emergencia de estos nuevos y extensos asentamientos en la periferia  de las grandes ciudades, no son producto del azar ni de la acción organizada “vandálica” de los “negros y vagos” que “quieren todo gratis”, como bajan desde los mensajes de los medios masivos que forman parte de un dispositivo de control social y hacen circular los prejuicios de las clases dominantes pretendiendolos instalar, como “sentido común”, en una parte de la población incluída.

Se trata de millares de personas que, podríamos decir, es “excedente”, que “derrama”, que “desborda”, que “sobra”, que “hay de más” y que no forman parte de la planificación urbana, laboral, social, económica y humana de un país que está pensado para beneficio de unos pocos. Esta población “excedente”, es expulsada a la periferia acrecentando el proceso de “conurbanización” precaria de lo ya conurbanizado, condenados a sobrevivir en una existencia marginal y degradada por decreto de determinados modelos políticos-económicos, que llevan a la concentración urbana y suburbana, desde hace mas de 40 años.

Volviendo al trabajo de Jacqueline Alvarado, vemos la “paradoja” de la propiedad privada por sobre los derechos humanos más básicos:

“En relación al derecho a la vivienda vemos claramente que por un lado, el Estado permitió que los habitantes se asienten en el predio tomado, pero por el otro no desplego ningún tipo de estrategia o plan habitacional para asegurarles a esos pobladores el derecho a una vivienda digna; es más se tiene conocimiento que la Secretaria de Desarrollo Social de Lomas de Zamora no puede brindar ayuda habitacional (casilla prefabricada o materiales de construcción) a ningún asentamiento (inclusive el campo Tongui), ya que si se ayuda a mejorar viviendas emplazadas en asentamientos se estaría “promoviendo la usurpación de tierras”.
A modo de conclusión de este apartado se visualiza que en el caso analizado hay un choque de derecho entre el dueño de la propiedad privada (predio tomado) que tiene derecho a hacer uso de su propiedad o en su defecto a que le abonen por habérsela quitado; y entre los habitantes del predio que también tienen derecho a acceder a una vivienda digna” (2).

Pero como este pueblo sabe de resistencias, inventa nuevos códigos, teje nuevos lazos y en base a la solidaridad y necesidades crea nuevas formas de socialización alterna, de economía popular, de gestión participativa y cooperativa para subsistir, organizarse y construir. Desde las primeras asambleas -cuando todo era chapa, plástico y cartón-  el compromiso era lograr ponerse de acuerdo entre todos para sostener la toma y avanzar, no sin algunos conflictos con la aparición de los punteros y las diferencias entre las tres comisiones que existían conformadas en ese momento. Llegado a un acuerdo y con el apoyo de diferentes organizaciones políticas, con intermediación  de la Defensoría del Pueblo de la Nación y luego de numerosas asambleas, cortes y una gran movilización, se logra que el proyecto de Ley consensuado para la expropiación tome estado parlamentario y posteriormente sea aprobado, debiendo ser indemnizados los tres propietarios que se disputaban la titularidad del terreno.

Nada fue fácil

Hablar de toma es hablar de noches de soledad en medio de la desolación, de intentos de desalojos a balazos limpios por parte de la policia.  En un momento se habló de un Plan B, que consistía en mudar todo a 1 km al fondo al predio denominado “La Chancheria” (que terminó ocupado de todos modos por otras familias) de las primeras trazas provisorias de los terrenos.

Había que planificar el trazado de las calles, buscar donaciones de escombro poder rellenar los terrenos (era un pantano y por lo tanto estaba bajo el nivel de la actual calle Canada, que es el límite).  Había que construir los primeros puentes para sortear el “canal”, que no era otra cosa que un zanjón de agua podrida que surcaba el barrio.  Había que armar las primeras comisiones barriales, coordinar con los médicos que fueron llegando de a tandas (también se fueron yendo, tristemente) y que brindaban los primeros talleres de salud comunitaria.  Llevar adelante las gestiones para la expropiación, acompañando con las movilizaciones al municipio y a La Plata, con cortes en Camino Negro, con ollas populares.

La primer “sala vecinal”,  que luego daría origen a la idea del finalmente concretado Centro Popular 17 de Noviembre, era una media sombra sostenida con 4 palos en el medio del barrio, a unos 200 metros de la ubicación actual, donde habia que sortear una pequeña laguna de agua estancada para llegar y donde además de la olla, se comenzó con las primeras alfabetizaciones, el reparto de alimentos, la jornada de documentación, etc.

Entre los que realizaban las  tareas de asistencia legal a los vecinos, las propuestas basadas en experiencias reales de expropiación con fines de vivienda , las gestiones  presionando desde la Defensoría, el patear puertas en Desarrollo Social, se encontraban compañeros del MPA (Movimiento Peronista Auténtico). No hay que dejar de nombrar también a Olegario  Chamorro, que estuvo en todas, y a la parroquia del barrio que aportaba la ayuda solidaria.

El crecimiento

Con el declive gradual de las asambleas despúes del 2010, se crea una Mesa de Co-coordinacion entre Secretaria de Nación y Provincia, la Dirección de hábitat del Municipio de Lomas de Zamora, en conjunto con los delegados de regiones en las que estaba dividido el barrio. Tampoco tuvo mucha duración.

De las primeras casillas prefabricadas de madera se pasó rapidamente a las primeras construcciones de ladrillos; los tendidos eléctricos eran alarmantemente precarios; la manguera de agua que pasaba de vecino a vecino como se podía (y si se podía); hasta llegar al día de hoy a un proceso de “semi-urbanizado” estrambótico y desigual, donde conviven desde las casillas precarias de madera, casitas de material (la mayoría a medio hacer) con construcciones sólidas de varios pisos detrás del cual hay un “negocio inmobiliario de la pobreza”.

Así se abre una nueva brecha de desigualdad dentro de la desigualdad, un proceso de “favelización” donde estas construcciones encierran y tapan el espacio visual a las pequeñas viviendas. Lo de “favelización” también viene a colación de la profundización de la violencia y la inseguridad al interior del mismo barrio. En el medio esta ola de aumento de violencia interpersonal y sin poder recurrir a una protección externa, crecen muchos pibes, una buena parte de ellos no escolarizados y sin la contención mínima del estado. Están a merced de la demanda del mundo criminal.

Este proceso ya lo advertía Ramiro Masés en una publicación en la edición N° 19 de la Revista El Descamisado:

Las enormes construcciones que se posan sobre la colectora camino Negro y que contrastan con las humildes casitas de la mayoría, no son signo de buenaventura y progreso: Son enormes talleres clandestinos, donde viven y trabajan en condiciones de esclavitud cientos de personas. Es que en la zona de Cuartel Noveno (La zona geográfica del distrito, más pobre y mayormente poblada), funciona la feria de la Salada, que impacta directamente sobre las estructuras económicas, sociales, culturales y ambientales de la región. En el caso del Campo Tongui, se produce la confluencia y articulación entre el tándem: Trata de personas-Nacotráfico-Corrupción Policial-Cobertura Política-Lucro económico. Dichos talleres que abastecen a la Salada, son habitados por migrantes Bolivianos  que son engañados y puestos a trabajar en condiciones infra-humanas. A su vez, funcionan como mulas en la red de Narcotráfico. Los dueños de los talleres, funcionan también controlando el territorio, desalojando familias de terrenos o apropiándose de casas, para montar talleres. Todo esto sería imposible, si las comisarias locales no se mantuvieran en absoluta pasividad, ante cada denuncia de desalojo y usurpación” (3).

El centro popular 17 de Noviembre

Acompañando el proceso de toma y crecimiento del asentamiento hasta convertirse en una barriada gigantesca, muchas organizaciones sociales y políticas fueron estableciendo puentes solidarios y cumpliendo algunos roles de las instituciones del Estado ausente. De esta manera surgen merenderos, pequeños comedores, alguna iglesia, clubes de fútbol infantil y juvenil, cooperativas y centros populares.

En ese recorrido, en los primeros años, cuando todavía quedaban los rezagos de la laguna y el pantanal que se iban rellenando de a poco con camionadas de escombro y basura, fue que me acerco al “Tongui” por primera vez. Fue en el invierno del 2010.

El vínculo fue a través de unos pibes, la primera camada de jovenes militantes del  MPA (JPL) que conocí. Chicos que estudiaban en diferentes facultades y venían realizando un taller de apoyo escolar, buscando hacer su primer experiencia militante solidaria.  Ya tenían en la mira la construcción, junto a los vecinos, de un centro popular para potenciar la organización barrial.

Algunos de ellos habían participado de los primeros momentos luego de la toma y de la “Sala vecinal”, cuando la situación sanitaria era gravísima. Allí conocen a “Lily” la vecina que luego brindó un rinconcito de su vivienda para que se pudiera dar apoyo escolar a sus hijos y a los chicos que se acercaban, muchas veces por falta de espacio lo hacíamos a la intemperie en el más crudo invierno. Fue el comienzo de pensar más en serio la idea de un centro popular. Fue ella misma, con su corazón enorme, quién ofreció una parte de su terreno para la construcción del mismo.

Pusimos empeño en ello y la llegada de nuevos pibes y pibas militantes, que confluían con los vecinos que se acercaban, se tradujo en fuerza para alcanzar el objetivo de conseguir juntar los fondos para montar una casilla de madera prefabricada, que sería bautizada como Centro Popular 17 de Noviembre con un registro de doble significación.

El agradecimiento publicado en la página del Centro Popular 17 de Noviembre da cuenta de ello:

“Gracias a los vecinos que cedieron un pedazo de terreno y su propia casa para poder tener el centro; a los vecinos que pusieron la mano de obra y la ayuda para sumar esfuerzos formando parte; a los compañeros de la ONG SHAJI (Solidaridad Hispano Argentina Javier Iglesias); a los pibes y militantes que pasaron y dejaron su granito de arena y sus huellas, poniendo el lomo en los momentos más difíciles, a los pibes que siguieron sosteniendo como se pudo lo construido; a los compañeros del MPA que nos dieron siempre el espaldarazo político y solidario desde el primer día y hasta hoy”.

A través del Centro Popular 17 de Noviembre se pudo conseguir un equipamiento completo de herramientas para un emprendimiento de pastelería, se organizaron más talleres, apoyo escolar, se festejan todos los años el Día del Niño, de la Madre, locreadas, shows folclóricos, etc, propiciando la participación popular.

Uno de los grandes logros fue haber sido parte de la fundación de lo que hoy es la gran feria de la calle Canadá. Lo que sirvió para generar un mercado interno de consumo popular, dinamizando la economía barrial, permitiendo a muchos que no tenían trabajo hoy tener puestos bien establecidos, los que les permite volver a ganarse el pan a fuerza de trabajo y esfuerzo. La feria creció de manera exponencial hasta alcanzar hoy las más 10 cuadras, aunque en un momento la organización originaria y la idea de la cooperativa terminó colapsada.

La realidad del Barrio 17 de Noviembre -que sigue creciendo- sobrepasa cualquier buena intención de organización social y de los centros populares que tienen una cobertura limitada. Lo correcto sería una planificación integral de parte del Estado, pero con los vecinos organizados y todas estas organizaciones formando una red que no reniegue de intervenir en los espacios institucionales, disputando material y simbólicamente los recursos que pertenecen a la mayoría popular.

Muchas cosas han mejorado en estos 10 años para algunos, pero muchos siguen sufriendo las carencias y las necesidades básicas insatisfechas. Muchos de los pibes que van al centro popular todavía se bañan con agua fría en invierno, no comen bien en sus casas, tienen un nivel de alfabetización bajo, pasaron algún tipo de violencia o abuso, tienen familiares en la cárcel y, lo más grave, es que la realidad en la que viven los condiciona en sus aspiraciones. Recuerdo haberles preguntado una vez que querían ser cuando sean grandes. La que más aspiraba a una realización profesional era una nena que dijo que quería ser maestra. El resto te contesta: albañil, carnicero, basurero y hasta algunos que pensaban en no trabajar. Tienen vedado hasta el derecho al deseo y los sueños.

En el barrio, 10 años después, quedan pendientes muchos de los reclamos de los primeros días como el proceso de escrituración, siguen los padecimientos de los constantes cortes de luz, cortocircuitos por sobrecarga, inundaciones en algunas casas, incendios, no hay recolección de basura, no hay espacios verdes y, como dije antes, la violencia ligada a la droga y el narcotráfico están haciendo estragos. El hambre también sigue ahí. O revertimos esto, o estamos condenados a una desintegración sin vuelta atrás.

Referencias

(1) Alvarado E.J (2012). Asentamiento 17de Noviembre – ex Campo Tongui. Caminar sobre residuos, saltar lagunas, esquivar las ratas. Monografía, pp4.

(2) Alvarado E.J (2012). Asentamiento 17de Noviembre – ex Campo Tongui. Caminar sobre residuos, saltar lagunas, esquivar las ratas. Monografía, pp27.

(3) Masés R. (2014). Los territorios de un tal Martín Insaurralde. El Descamisado N° 19, pp8.

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