EL PERONISMO COMO OBRA DE ARTE.

Una aproximación crítica a la obra de Daniel Santoro.

*Ramiro Masés

Peronismo vivencial
La aparición del peronismo en tanto fenómeno causante de transformaciones de enorme y decisivo impacto en las estructuras de la vida política y económica del país, pero fundamentalmente en la configuración cultural de la nación, con su respectiva y compleja actualidad, han convertido aquél movimiento histórico en una categoría que trasciende ampliamente el ámbito de la discusión exclusivamente político-partidaria, a la vez que lo convierte en un tópico de reflexión permanente en numerosos campos de las ciencias sociales y la filosofía. La vigencia del peronismo, en cuanto fenómeno actualmente problemático se presenta como un terreno sumamente fértil para la reflexión filosófica, que en el presente escrito intentaremos abordar, desde la perspectiva de una elaboración en el ámbito del pensamiento estético, a partir del análisis de la obra del artista plástico Daniel Santoro, para de este modo señalar por una lado; el valor estético que involucra el fenómeno del peronismo, como vía para ensayar una nueva explicación de éste, que se permita a su vez, un desplazamiento respecto a los ejes interpretativos canónicos hasta el momento, los cuales han pretendido agotar el fenómeno en su significación dentro de la esfera política u económica.

La caracterización más generalizada del peronismo, es aquella que hace foco en su carácter de movimiento histórico, centrado por un lado en la figura fuerte del General J.D. Perón como conductor político de un movimiento de masas, así como en la acción de gobierno por él encabezada, principalmente la del período 1946-1955, con sus correspondientes transformaciones operadas. Sin duda aquél espectro de población que se ha identificado históricamente por y en su adhesión al peronismo, a lo largo del recorrido histórico nacional, ha sido aquél que recibe el nombre de Pueblo. Para hacer alguna precisión sobre este concepto tan polémico, al que sin embargo suscribimos por su utilidad teórica y densidad histórica, citaremos palabras de Conrado Eggers Lan:
(…) “pueblo” configura una creación cultural. Pueblo en efecto, designa una ligazón entre los habitantes de un país en torno a un objetivo común, un vínculo que conlleva implícitamente una voluntad de acción, o directamente un accionar conjunto. (Eggers Lan, 1983)1

Esta caracterización puede ampliarse, dado que si rastreamos en la hondura del proceso histórico nacional, desde 1810 (y desde luego, hacia atrás) hasta el presente, es factible observar que en efecto, numerosos sectores sociales han compartido en distintos periodos no sólo una determinada posición común al interior del esquema económico, sino también un cierto y mismo devenir en su derrotero político, signado por luchas comunes y distintas expresiones políticas, que van de lo caudillesco a lo partidario, pasando por representaciones sindicales y hasta religiosas, que exhiben un marco de vivencias compartidas, las cuales fueron prefigurando una cierta identidad cultural, sobre el trasfondo de una experiencia común, donde subsisten no obstante, contradicciones y heterogeneidad, pero también una marcada cohesión histórica y cultural.

En ese marco la clase trabajadora, aparece como el eje articulador del pueblo, dado que aún antes de su constitución como sujeto político definido y organizado, lo popular, siempre se constituyó alrededor de la figura del trabajador, urbano o rural según la época, en oposición económica y política a las elites gobernantes, detentoras del poder financiero y los recursos estratégicos (puertos, tierras, maquinarias, etc.) a la vez que del manejo de las estructuras políticas de la nación. Sin dudas es la clase trabajadora tanto rural, pero fundamentalmente urbana, aquél actor político-social que protagonizó con mas énfasis el peronismo histórico, siendo la principal fuerza social que sostuvo en su accionar, la política del peronismo. En ese marco, y en función del proceso histórico nacional, el peronismo representa la síntesis mas acabada de lo popular, del pueblo en tanto conglomerado social, histórico y cultural, por cuanto expresa la entrada en la vida política del país, de aquellos sectores que hasta el momento se hallaban absolutamente excluidos en la disputa real, ya no sólo de la renta económica generada por el país, sino por la hegemonía cultural y política y en última instancia por la conducción estratégica de los destinos de la nación.

En efecto, las transformaciones operadas por el peronismo condensadas en grandes medidas generalmente en forma de leyes (en la que la constitución del 49` como cuerpo, parece ser la síntesis mas lograda) tienen su correlato y materialización en la vida cotidiana de quienes la sufren (beneficiados o perjudicados, según se vea). Para que el pueblo pueda haberse sentido contenido en el peronismo y por el contrario, éste ultimo se haya ganado el desprecio visceral de las elites, se debe fundamentalmente no a abstracciones ideológicas, rencillas partidarias o afinidades personales, sino a que el peronismo constituyó una modificación substancial de las estructuras políticas, económicas y sociales, cuya expresión no es otra que la transformación cotidiana y directa de las condiciones de vida. Las grandes leyes, se hacen carne y motivan la acción política sólo cuando atañen a la existencia, en el marco de la vida diaria. Es en ese contenido experiencial, al que se remonta lo que enuncia la marcha: “La realidad efectiva”, la experiencia de lo cotidiano, de lo más inmediato, es precisamente ahí. donde reside toda la fuerza del peronismo para motivar la adhesión masiva, que posteriormente adquiere o no mayores grados de elaboración organizativa y/o teórica.

Lo que queremos significar es que el peronismo, antes que un acto declamatorio, implica un hecho vivencial, pero en tanto vivencial no se agota en un suceso fechado histórica y taxativamente, sino en un modo de experiencia que se afinca en la acción, en tanto creación (política, cultural, simbólica, tecnológica) de lo que llamamos pueblo. El peronismo no representa nunca una exterioridad respecto al sujeto social que lo protagoniza. No hay trascendencia del peronismo respecto al pueblo, porque el peronismo lejos de ser un fenómeno autosubsistente, sólo existe encarnado en la acción política popular, tanto institucional, como informal, organizada o dispersa, a partir de cierto punto de la historia argentina y es precisamente, esa agencia política la que sostiene al peronismo como realidad efectiva, inmediata y cotidiana, que se halla a la base de la posterior construcción simbólica que le otorga todo su espesor y opacidad.

Esta suerte de inmanencia del peronismo respecto al pueblo, se explica en principio, retrotrayéndonos a las instancias en que el pueblo en toda su dimensión protagonizó la actividad política, convirtiéndose en núcleo de poder; desde los delegados indígenas en los territorios nacionales, al rol de la CGT y el sindicalismo en la vida política diaria y aún en la planificación de la economía, la Unión de estudiantes Secundarios y la rama femenina del movimiento, los ministros de origen obrero y el paradigma de la justicia social representan esta idea de la comunidad organizada, de una población activa, de un pueblo involucrado en la organización nacional.

Pero la faz estatal, no agota la acción popular. El caso de la resistencia peronista es paradigmático en este sentido, en tanto pone de manifiesto que el peronismo como movimiento de masas excede la figura del conductor político, y la raíz de la palabra que lo designa: representan 18 años de resistencia política de masas, con distintos grados y periodos de organización y su respectivo correlato cualitativo/cuantitativo, que permiten visibilizar al pueblo (y en esta etapa se acentúa aun mas el rol predominante de la clase trabajadora y sus respectivas estructuras de representación) como el substrato y componente insustituible de peronismo, aún más allá de la figura del líder. La resistencia peronista a nuestro juicio, simboliza la pelea por la vuelta de Perón, pero solo en tanto esta, significa el retorno de la realidad efectiva asociada a ese nombre propio. Como afirma Santoro: “(…) El peronismo es al revés. Su vigencia actual se da porque la gente cree en aquel peronismo al que se puede retornar; o sea: el peronismo no es una promesa en el futuro, sino una perdida en el pasado.”(Santoro, 2006: 47-48).

Por esta razón si bien compartimos, la apreciación que realiza la Dra. Silvia Schwarzböck: “El mito peronista crea su exterioridad como incomprensión. Se edifica sobre la idea de que los no peronistas no entienden al peronismo.” Debemos disentir en un pequeño matiz respecto de lo que afirma, algunas líneas después: “(…) El peronismo para si mismo requiere ser explicado por peronistas. Pero requiere ser explicado. No le basta con ser sentido. Los propios peronistas crean esa necesidad hermenéutica para ellos mismos. “ (Schwarzböck, 2011: 55).

Dado que hemos caracterizado al peronismo, como producto inmanente de la acción política popular, y los efectos que de ella emanan; es decir que el peronismo es una creación que no resulta externa o diferente, del sujeto (social, colectivo, histórico) que la realiza. Es esta inmanencia, que se consagra para siempre en la mítica frase atribuida al boxeador José Maria, “el mono” Gatica: “Yo nunca me metí en política, siempre fui peronista” la que exhibe al peronismo como una condición existencial, de los sujetos que conforman y se identifican con el pueblo. Aunque constituye indiscutiblemente un fenómeno originariamente político, el peronismo trasciende a su vez este aspecto, para volverse un hecho vivencial, un modo de estar en el mundo (en este país, mas precisamente). En efecto, es la violencia de esta irrupción que ejerce el pueblo en la historia nacional, a partir del peronismo, la que obliga a la exterioridad, a lo otro del peronismo (la elite gobernante, la clase media urbana que se siente amenazada y requiere diferenciación, la izquierda euro-céntrica, etc) lo que va requerir y demandar la explicación. El carácter de irrupción del peronismo, es aquello que provoca en su exterioridad, la necesidad de la explicación, de la teorización, de la hermenéutica ante el desparpajo del nuevo escenario.

El pueblo no requiere esa explicación, puesto que no hay fenómeno externo o distinto a si, el peronismo no es ajeno o desconocido, sino que es la realidad misma que lo tiene en la centralidad de su transcurrir. Por el contrario, la explicación es siempre exógena y esta, sabidas sus variantes institucionales, teóricas y discursivas a lo largo de la historia, está signada por un mismo eje: La separación conceptual entre pueblo y peronismo.

Este pensar al peronismo como un factor que se relaciona exteriormente con lo popular, reviste a lo largo de la historia 3 reducciones fundamentales, que caracterizaremos brevemente:

1- La reducción biográfica: El peronismo, reducido al nombre propio y a la biografía del General Perón. Sus obras particulares, sus discursos y sus actos de vida, sirven como claves para juzgar y definir al peronismo, que finalmente no es más que la proyección y efecto de las acciones realizadas por Perón. Esta reducción, impide hacer patente la trascendencia del peronismo como movimiento, respecto al líder, y por otro lado hace agua como explicación, si se repara en las características de la resistencia peronista, así como de la vigencia (mas allá de su/s mutación/es) del peronismo 38 años después del deceso de Perón.

2- La reducción partidaria: El peronismo entendido como el devenir del Partido Justicialista a lo largo de la historia, y su estatus dentro del sistema político. Esta reducción, soslaya la crucial injerencia de expresiones políticas, organizaciones de todo tipo e incluso partidos distintos, que aún así han actuado en los marcos del peronismo, y se han reivindicado como tales, a la vez que dejan de lado las profundas contradicciones que pueden establecerse respecto de la acción del PJ en determinados periodos, respecto a la obra y definiciones del peronismo histórico.

3- La reducción temporal-estatal: El peronismo acotado a la experiencia histórica de la gestión estatal del general Perón y su programa de gobierno. Esta reducción impide dar cuenta de la enorme complejidad que se despliega bajo la categoría peronismo, anquilosando su contenido en las medidas de gobierno y lo meramente acaecido durante esos períodos, es decir que se opera la reducción del peronismo a su fase estatal.

Lo que se pretende dejar de manifiesto, es que si bien el peronismo contiene estas 3 caracterizaciones, las trasciende ampliamente, puesto que de lo contrario sería imposible dar cuenta de la enorme complejidad que reporta como fenómeno. Si bien no puede darse una definición última, taxativa, es claro que existen caracterizaciones que explican más y mejor, y pueden dar cuenta de aspectos que estas reducciones dejan de lado por partir de un mismo presupuesto: Pensar al peronismo como algo diferente al pueblo, con el que se relaciona desde la exterioridad.

Precisamente, es la pintura del artista plástico Daniel Santoro, la que nos permitirá ensayar una nueva caracterización del peronismo, que tenga en cuenta el carácter de hecho vivencial y de inmanencia respecto a la acción popular que lo arroja como producto de ésta.

El peronismo como obra de arte
Si hemos presentado al peronismo como un hecho fundamentalmente vivencial, asentado en primer termino, sobre la experiencia de las transformaciones llevadas a cabo por el peronismo histórico (es decir aquel cuya aparición, podemos fijar convencionalmente, a partir del 17 de octubre de 1945 y su fin, hasta la vuelta de Perón en 1974) sustentadas en la participación política directa del pueblo, y vivenciada en el ámbito de lo cotidiano y mas próximo, intentaremos poner de manifiesto a continuación por un lado el valor estético de esas vivencias y como ellas son retomadas en la pintura de Santoro.

El peronismo como experiencia mágica de lo cotidiano, es presentada en los cuadros de Santoro, retratando precisamente esa vivencia que implica la transformación radical de las condiciones de vida, que supone una nueva relación con lo existente: Una nueva y múltiple gama de objetos, un cambio de su ordenación en el mundo y aún mas, un nuevo modo de experiencia con ellos, se abre en la dimensión de lo cotidiano, en la generalidad de los hogares populares durante el peronismo. La adhesión al peronismo, en tanto realidad efectiva, sostenida en la acción política popular, tiene su correlato y justificación, en la experiencia mágica de las transformaciones operadas por el peronismo, en el marco de la vida diaria, de quienes son sus principales protagonistas.

Quizás sólo alguien que vivía en el interior salteño, o en algún lugar de características socio/antropológicas similares pueda apreciar y expresar el valor realmente mágico y el impacto estético que puede causar una heladera nueva, vista por primera vez en el centro de la cocina, en la década del 40’. En esas condiciones, la heladera ya no es un electrodoméstico, es lo que el arte contemporáneo denomina una Instalación artística. La primera bicicleta, el primer contacto con el mar, la indignación de los otrora privilegiados ante el desopilante paisaje, son experiencias cotidianas que reportan ese carácter ciertamente mágico, en cuanto contradictorio, inexplicable y novedoso, reportando a su vez un enorme valor estético, que Santoro logra poner en imágenes.

La referencia del peronismo al ámbito onírico, es otra constante en la obra de Santoro; los sueños nucleares de Perón, el sueño de la casa propia, la infancia en las colonias de vacaciones y la ciudad infantil como imágenes de tiempos maravillosos, remiten nuevamente a cierto ámbito de fantasía, que envuelve la experiencia del peronismo.

El surgimiento del peronismo, significa también, la hegemonía de un nuevo actor social; el pueblo, simbolizado por el descamisado gigante de los cuadros de Santoro, es ahora no sólo un sujeto que disputa en el ámbito político y económico, sino que se instituye a su vez como creador de valores estéticos e interpretativos, puesto que se ha desplazado de la centralidad, a aquel otro sujeto social o clase, que dominaba la producción cultural y simbólica en el ámbito ideológico, hasta la aparición del peronismo. La pintura de Santoro, pone en la centralidad a ese sujeto y lo hace imagen de la belleza. Lo bello ya no es dictado, desde las grandes esferas académicas o desde las grandes urbes mundiales, vía la mediación de las elites vernáculas: Lo bello ahora, está en lo cotidiano, en lo familiar, transcurre en el marco del hogar y es la realidad que inaugura el peronismo. Santoro hace emerger en su pintura, la belleza que reporta la creación popular y su respectivo producto (inmanente): El peronismo como obra de arte.

Sin embargo su obra, no se agota en un presunto valor folklórico o costumbrista, como podría decirse del caso de la pintura de Molina Campos. Por el contrario, Santoro exhibe a través del retrato de la vivencia mágica del pueblo en la experiencia peronista, como este es a su vez su artífice y protagonista, es decir, el peronismo como el producto de su agencia, en tanto el pueblo es ahora el sujeto social que se halla a la vanguardia de la producción cultural, simbólica e ideológica, a la vez que protagoniza la disputa política y económica.

El peronismo supone en tal grado, una nueva hegemonía estética y una ruptura, que nombra a J.L.Borges, “Inspector de gallinas y conejos en los mercados”. Para quien eso sea una muestra de brutalidad, para nosotros (lectores de Borges) no es más que la muestra clara, de que un nuevo sujeto social en el poder, crea efectivamente nuevos valores y puede (y en este caso debía) prescindir de aquéllos otros valores precisamente, caros a su antagonista social/político/económico.

La importancia de resaltar el valor estético de las transformaciones realizadas por el peronismo, materializadas en el quehacer cotidiano de la vida del pueblo, recogidas en la obra de Santoro, permite establecer un vínculo entre la estética y la política.

¿No es acaso posible, pensar y verificar el impacto a nivel político, que generan estas vivencias estéticas (tanto desde la adhesión como del rechazo), en cuanto modificación de paisajes, valores, costumbres y actores, en relación al vínculo que mantienen con la motivación política? Es decir, si las grandes medidas transformadoras del peronismo, que lo caracterizan y definen de algún modo su esencia, se materializan a través de su impacto en las estructuras de la vida cotidiana, articulándose a su vez como vivencias que comportan un gran valor estético, es posible pensar aquí, que ese mismo valor estético, ya sea el del desagrado y rechazo absoluto por parte del anti-peronismo o el de la felicidad del pueblo como reza la consigna, es decir de la vivencia mágica de lo cotidiano, sea un factor decisivo para motivar la acción política.

Generalmente suscripta al ámbito moral (participar en política, para construir un mundo mejor), la motivación para la acción política, se juega aquí en el plano de lo estético: Participar en política, para hacer un mundo más bello. De un lado, la belleza en el paradigma de la Justicia Social y la Comunidad Organizada, del otro lado; el espanto y el rechazo visceral, la pugna por la vuelta al edén perdido, antes de que azotara la barbarie. La estética entonces, como correlato material de la acción política, y a su vez, como fundamento y motivación para la acción.

Podemos establecer entonces, que la obra de Daniel Santoro, permite visibilizar la experiencia mágica de lo cotidiano, por parte del pueblo como elemento insustituible del peronismo, fundada en su propia iniciativa y protagonismo político, es decir como producto de su acción. El peronismo como creación popular y síntesis histórica, económica, política, tecnológica y aún estética, representa el gesto artístico de un determinado colectivo humano, en determinadas coordenadas histórico-geográficas. Esta lectura de la obra de Santoro, y aún más del Peronismo como fenómeno global, sólo es posible en cuanto exista la posibilidad de pensar la política por fuera de la mera técnica. La política como profesión, colisiona de lleno, contra una concepción de la política como Arte; arte de la creación, ejercicio y distribución del poder, realizado por actores colectivos, y referido necesaria e inseparablemente, al ámbito de lo público. Sólo en ese marco, es posible pensar al peronismo como obra de arte, o como producto del gesto artístico de un pueblo.

Bibliografía:

*Deleuze, Gilles (1995) “La inmanencia: una vida.”, 1- Philosophie Nº 47.
*D’iorio, Gabriel- Fava, Julian, (2008) “Alegrias, infamias y hallazgos del ser-ahì”, 2- El Rio sin orillas Nº 2 pp.290-315.
*Gutierrez, Guillermo (2012), 3- La clase trabajadora nacional, Buenos Aires, Patagonia tercer milenio *Santoro, Daniel. 4- Mundo peronista, Buenos Aires, La marca, 2006, pp. 47-48.
*Santoro, Daniel, (2011), “La construccion imaginaria de un mundo” en, (2011) 5- Peron Mediante, Grafica *Peronista del periodo clásico, Buenos Aires, La marca, pp. 21-23.
*Scwarzböck Silvia, (2011) “La fiesta y el gasto”, El Rio sin orillas Nº 5 pp. 55.6-.

Material Audiovisual:

*Favio, Leonardo, Peron Sinfonía de un sentimiento (1999) Favio, Leonardo, Gatica, el mono. (1993).
*Fernandez Moujan, Alejandro, Pulqui: un instante en la patria de la felicidad (2007).

Share on Twitter

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *