“Argentina no tiene futuro con las actuales explotaciones mineras”
Guillermo Vergara es un geólogo egresado de la Universidad de Buenos Aires, especializado en petróleo, minería y aguas subterraneas. Tiene publicado 63 trabajos de investigación científica en eventos y revistas nacionales e internacionales. Trabajó en proyectos de base para organización de cooperativas rurales con los equipos que acompañaban al Monseñor Angelelli. Estuvo ligado de esa forma a la organización Montoneros, lo que le valió cárcel y torturas durante la última dictadura militar.
Guillermo presentó ante la Justicia Federal de Tucumán varias denuncias sobre ocultamiento de ganancias de miles de millones de dólares por parte de la firma Minera Alumbrera. Sin embargo, la causa, que está en manos del titular del Juzgado Federal Número I, Daniel Bejas, sigue paralizada y no hubo un avance significativo en la investigación. También realizó presentaciones y estudios sobre impacto ambiental y contaminación por la explotación megaminera.
Tuve la suerte de conocerlo personalmente y compartir una agradable charla de café con él, en ocasión de tener internado a mi hijo en el Hospital de Niños de Tucumán, cerca de donde reside actualmente Guillermo. Ese día se acercó al hospital y me obsequió el libro “Indeleble”, que es de su autoría. Transcribo uno de sus artículos a continuación:
Hacia un Proyecto Minero Nacional
De Guillermo A. Vergara
Hoy, Argentina es un país megaminero. Nuestras estadísticas internas nos sitúan en el 7mo lugar en el planeta como exportador de metales mientras que las de Australia nos localizan en el 1er lugar. La contradicción es obvia: desde nuestras fronteras egresan concentrados cuyo contenido metalífero no es el declarado y que, al ingresar en las refinerías, ineludiblemente quedan blanqueados. En consecuencia, y tal como fuera determinado para el Bajo de la Alumbrera, nuestra sideral producción metalífera tributa, para el pueblo de la nación argentina, menos del 10% de “lo que debiera”. La diferencia entre la realidad y la ficción son decenas de miles de millones de dólares por año que nos perjudican a todos, habida cuenta de que el “evasionismo” de obligaciones fiscales seguramente supera nada menos que al presupuesto anual de la nación argentina. Hoy, ingentes cantidades de ciudadanos se hacen partícipes de acciones del “No a la minería” aduciendo, entre otras, la agresión a nuestros glaciares de hielo y roca. En realidad los glaciares de todo tipo hace más de tres décadas que están en retroceso, por mutaciones globales en el clima. De Mendoza para el norte, los glaciares son formas fósiles; de no ser así, serían permanentemente “recargados” por las nevadas anuales, circunstancia inexistente. En la alta montaña se están secando, inexorablemente, vertientes y lagunas.
Otra de las “culpas” de las mineras es la falacia del cianuro que bajo ningún aspecto es contaminante: se degrada espontáneamente en contacto con la atmósfera en sustancias inocuas para el medio ambiente. El gran problema de la desaprensión voluntaria de las multinacionales es la falta de tratamiento de sus efluentes y el vertido de cromo, arsénico, plomo, mercurio y sulfuro, entre otra treintena de metales ultravenenosos que, con absoluta complicidad de gobiernos nacionales y provinciales, vierten en las cuencas hídricas, destruyendo la potabilidad del agua potable de toda la provincia de Santiago del Estero y promoviendo secretos millares de casos de cáncer de todo tipo a los niños, vulnerables a los venenos por su escaso peso relativo.
Hacer un balance de esta minería maldita, ciertamente, no es constructivo hacia un futuro deseable, pues no deja ganancias para el pueblo y envenena las aguas de bebida, lo que no es achacable a la minería dado que en Canadá hay una mina diseminada de oro, explotada a cielo abierto, en un parque nacional, pero con contaminación cero. La destrucción del medio ambiente y la evasión impositiva de la actividad minera en países bananeros” como Argentina es producto sociológico de la calidad intelectual de su clase dirigente. Obvio que las multinacionales a fin de incrementar ganancias, concretan todos los ilícitos que los políticos locales les permitan, a cambio de unas sucias monedas: Toda actividad productiva está ligada al contenido ético-moral de la clase dirigente: Asimilando como incólume el sistema político vigente, la minería no es funcional a ningún futuro posible de país productivo.
Si ingresamos al mundo de los sueños donde el pueblo es real protagonista de su destino la actividad minera, como vector de un proyecto nacional, puede transformarnos en uno de los países más fructíferos del orbe.
Los megaproyectos, a efectos de disminuir el consumo hídrico y minimizar el riesgo polutivo, deberían explotarse a un diez por ciento del actual volumen. Nunca más que dos por provincia minera, sin participación de capitales privados y como acción netamente pública, tanto nacional como provincial.
Es un despropósito exportar en bruto el titanio y las valiosas tierras raras con precios minoristas que superan el millón de dólares por kilogramo. Deben radicarse refinerías locales, lo que incrementaría hasta veinte veces su beneficio comparativo y evitaría el costosísimo flete de ganga (metales y sustancias de escaso valor: hierro, manganeso,fósforo, oxígeno, cromo, níquel, cinc, plomo, mercurio, etc.) que comprometen hasta el90% del mineral comercializado.
Argentina no tiene futuro con las actuales explotaciones mineras. Tampoco lo tiene prescindiendo de la minería en su concierto productivo. La clave es el proyecto político, harina de otro costal.